Las olas resbalaban sucesivamente sobre el cuerpo azul negruzco del pez espada.

Estaba blanco, sin sangre, pero la punta era de un azul negruzco.

La mugre de los cuerpos tiñó el agua de azul negruzco.

Torbellinos de humo azul negruzco le entraron en los ojos y las narices.

El cielo de encima era de un apagado color azul negruzco.

Algo le dio en la oreja, un trozo de algo, color azul negruzco.

Un brillo oscuro, de color azul negruzco, sin ser negro todavía.

Se había puesto de nuevo su uniforme azul negruzco con renovados bordados en oro.

Unas cuantas estrellas asomaban desde el cielo azul negruzco, parpadeando y titilando con gracia.

La muerte había moteado sus labios con un azul negruzco.

No el azul del día, sino el azul negruzco del océano por la noche.

El disco planetario aparecía circundado de un tono azul negruzco.

Era alto, feo y nervudo, de hundidos ojos azul negruzco.

El cielo era del color azul negruzco propio del atardecer.

Solo hacia el Norte, un hilo de un azul negruzco, parecía indicar un agua libre.

El cielo había adquirido rápidamente un tono azul negruzco, y ella apenas distinguía su figura.